quinta-feira, 20 de junho de 2013

¿Por qué Brasil y ahora?

 
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Eu tenho a minha opinião sobre o que está acontecendo no Brasil, inclusive me preparo para fazer parte de uma manifestação no sábado. Acredito na mudança, ainda que sinta que estejamos organizando as ideias. Sei que o Gigante demorou a acordar, mas quem liga se é em tempo de Copa? O que vale é a intenção de querer melhorias que não acontecerão amanhã, mas à longo prazo.
E li este texto do meu jornal preferido no mundo, o El País e resolvi postar aqui exatamente em espanhol mesmo. Porque é lindo ver que além de nós, muitas outras pessoas acreditam em nossa capacidade.
O texto é forte e generoso com a população. E sei que com fé e muita perseverança, iremos mudar algo, nem que seja o mínimo para que tenhamos a decência de viver em um país que se diz de todos.
 
 
 
 

17 JUN 2013 - 03:26 CET

Quizás la paradoja se deba a eso: al haber colocado a los hijos de los pobres en la escuela, de la que no gozaron sus padres y abuelos; al haber permitido a los jóvenes, a todos, blancos, negros, indígenas, pobres o no, ingresar en la universidad; al haber dado para todos accesos gratuito a la sanidad; al haber librado a los brasileños del complejo antaño de culpa de “perros callejeros”; al haber conseguido todo aquello que convirtió a Brasil en solo 20 años en un país casi del primer mundo.
Los pobres llegados a la nueva clase media han tomado conciencia de haber dado un salto cualitativo en la esfera del consumo y ahora quieren más. Quieren, por ejemplo, unos servicios públicos de primer mundo, que no lo son; quieren una escuela que además de acogerles les enseñe con calidad, que no existe; quieren una universidad no politizada, ideologizada o burocrática. La quieren moderna, viva, que les prepare para el trabajo futuro.
Quieren hospitales con dignidad, sin meses de espera, sin colas inhumanas, donde sean tratados como personas. Quieren que no mueren 25 recién nacidos en 15 días en un hospital de Belem, en el Estado de Pará.
Y quieren sobre todo lo que aún les falta políticamente: una democracia más madura, en la que la policía no siga actuando como en la dictadura; quieren partidos que no sean, en expresión de Lula, un “negocio” para enriquecerse; quieren una democracia donde exista una oposición capaz de vigilar al poder.
Quieren políticos con menor carga de corrupción; quieren menos despilfarro en obras que consideran inútiles cuando aún faltan viviendas para ocho millones de familias; quieren una justicia con menor impunidad; quieren una sociedad menos abismal en sus diferencias sociales. Quieren ver en la cárcel a los políticos corruptos.
¿Quieren lo imposible? No. Al revés de los movimientos del 68, que querían cambiar el mundo, los brasileños insatisfechos con lo ya alcanzado quieren que los servicios públicos sean como los del primer mundo. Quieren un Brasil mejor. Nada más.
Quieren en definitiva lo que se les ha enseñado a desear para ser más felices o menos infelices de lo que lo fueron en el pasado.
He escuchado a algunos decir: “¿Pero qué más quiere esta gente?" La pregunta me recuerda la de algunas familias en las que después de dar todo a los hijos, según ellos, estos se rebelan igualmente.
Se olvidan a veces los padres de que a ese todo le faltó algo que para el joven es esencial: atención, preocupación por lo que él desea y no por lo que a veces se le ofrece. Necesitan no solo ser ayudados y protegidos, llevados de la mano, quieren aprender a ser ellos protagonistas.
Y a los jóvenes brasileños, que han crecido y tomado conciencia no solo de lo que tienen ya, sino de lo que aún pueden alcanzar, les está faltando justamente que les dejen ser más protagonistas de su propia historia, más aún cuando demuestran ser tremendamente creativos.
Que lo hagan, eso sí, sin violencia añadida, que violencia ya le sobra a este maravilloso país que siempre prefirió la paz a la guerra. Y que no se dejen coptar por políticos que intentarán montarse sobre su caballo de protesta, para vaciarla de contenido
En una pancarta se leía ayer: “País mudo es un país que no muda”. Y también, dirigido a la policía: “No disparéis contra mis sueños”. ¿Alguien puede negar a un joven el derecho a soñar?.